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Desde 2015, El Salvador se clasifica entre los países con las tasas de homicidios más altas del mundo; además, se estima que una media de 13 mujeres son víctimas de violencia sexual cada día. Los conflictos entre bandas rivales y los enfrentamientos entre ellas y contra las fuerzas de seguridad crean fronteras invisibles, que limitan la movilidad de las personas y la posibilidad de que los servicios de salud lleguen a ellas.
Por esta razón, pusimos en marcha un servicio de clínicas móviles en zonas donde el acceso a la atención médica se ve especialmente afectado por la violencia y la falta de seguridad. Además de atención primaria y salud mental, los equipos brindaron salud sexual y reproductiva y dirigieron actividades comunitarias, que incluyeron grupos de apoyo locales y promoción de la salud.
Trabajamos en Soyapango con la organización sin ánimo de lucro Comandos de Salvamento; las ambulancias medicalizadas de MSF ofrecieron atención de urgencia y llevaron a cabo un promedio de 100 derivaciones hospitalarias al mes en lugares que otros transportes sanitarios consideran peligrosos.
También trabajamos junto con instituciones nacionales y otras ONG en refugios para migrantes, desplazados o retornados salvadoreños, que habían intentado escapar de la violencia, la pobreza o una combinación de ambas.
Para finales de año, nuestras actividades habían llegado a 11 distritos de San Salvador y Soyapango, y permitieron a los equipos médicos del Ministerio de Salud reanudar los servicios en otras áreas.
En 2018, más de 9.300 personas participaron en nuestras actividades comunitarias y casi 600 se beneficiaron de nuestros servicios de salud sexual y reproductiva. Proponemos que se trate la violencia sexual como una emergencia médica y que se brinde atención integral para proteger a las víctimas de un mayor sufrimiento.